2. Mis experiencias….continuación:
2.3 Los Aprontes
2.4 Mi Gran Aventura
2.5Un show a 4.000 mts.
2.6 Por más asustado que estuviera
27 El amargo sabor del fracaso
2.8 ¿Habría otra oportunidad?
2.9 El Gran Día
2.10 La Promesa
2.11 ¿No volveré?
2.12“Volar es fascinante, atrévete”.
3. Accidente fatal de Alex Estay.
4. Reflexiones: 4. ¿La función debe seguir?
5. Campeonato Internacional La Rioja’88
6. Acta de la VIII Asamblea G.O. de la ACHVL.
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De izq...René Trottmann (Jack), Ralph Schmit, Peter Gerard, Danitza Sola, Irene Santander, agachados Cristian Cid, Ramón Ojeda t Jaime Didier. |
1. VIº CAMPEONATO INTERNACIONAL LA REINA'1988
"CORDILLERA DE LOS ANDES"
Se realizó del lunes 11 al domingo 17 de Enero de 1988. Participaron 28 pilotos
de los cuales 8 fueron extranjeros (suizos, alemanes y argentinos). Con despegue desde el Paidahue y diferentes recorridos:
Categoría "A": Alas con L/D 1:10 o mayor y travesaño escondido.
Circuito 1: La Reina -- pilón Pirque- San josé de Maipo
Circuito 2: La Reina - Pilón Pirque - La Dehesa
Categoría "B": Alas de cualquier tipo.
Circuito único: La Reina a Las Vizcachas
Los que fueron completados por sólo dos competidores: el suizo René Trottman, ganador de la clase "A" y por Sebastián Díaz, ganador de la clase "B".
Los resultados fueron: En clase "A":
1º René Trottman (Jack) Zephir Suiza
2º Michael Sammann Moyes GTR Chile
Otros participantes fueron:
Ralph Schmidt Saphir Suiza
Peter Gerhard Zephir Suiza
Otto Hofstteter HP II Alemania
Eduardo Roda Magic IV Argentina
Roberto Danitz Duck Chile
Julio Nogueira Magic IV Chile
Germán Schmidt Magic IV Chile
Luis A.Valenzuela Comet I Chile
Alejandro Frutos Saphir 16 Chile
Aldo Isgut Génesis Argentina
Jaime Didier HP II Chile
Alfonso Soto Typhon Chile
Felix Susaeta Glide Zilla Chile
Jean Pierre O'Haco Comet I Chile
Cristián Cid Comet I Chile
Cristián Tannenn Saphir 17 Chile
Carlos Barrientos Comet I Chile
Augusto Olivares HP II Chile
EN CLASE "B":
1º Sebastián Díaz Prostar Chile
2º Andrés Ojeda Azur Chile
3º Roberto Bascuñán Azur Chile
Otros participantes fueron:
Peter Gerhard Moyes GTR Suiza
Eriedel Vogel Moyes GTR Suiza
Marcela Rivas Atlas Chile
Pablo Tironi Comet I Chile
El día Miércoles se hizo un cross country con despegue en El Teniente de Rancagua al Norte, donde Jaime Didier estableció un nuevo record de distancia con 120 Km. hasta la NASA en Peldehue. Con esta m arca se superó la de Cottin y Susaeta, de 70 Km.. Jaime empleó un tiempo de 5:30 hs. con salida a las 15hs. Por su parte el argentino Miguel Roda y el suizo Trottmann recorrieron 90 Km.
La ceremonia de premiación fue el Domingo por la noche, en una cena de camaradería en la que tomaron parte los participantes y representantes del Club organizador Juan Salvador Gaviota., de la ACHVL, patrocinadores DGAC y FACH, CANAL RECREATIVO NACIONAL y DIGEDER.
Foto:1988.La Pirámide. De Pié de Izq. 1.Carlos Barrientos, .2.JORGE (Suizo),3.Tomás Flores, 4.sentado Julio Nogueira y Jaime Didier

MIS EXPERIENCIAS…
2.3. LOS APRONTES:
Ya te conté en el resumen del año anterior, mis intenciones de cruzar la cordillera, y los pocos progresos que hice con el Mig II. A comienzos de 1988, no tenía ni idea de como empezar. A ningún compañero se lo había dicho porque quería ser el primero. Menos aún a Erick quien volaba en invierno con sus turistas, pero no lo hacía en verano. Así es como no sabía nada de los vuelos de altura. Y con el Mig II no iba a llegar a ninguna parte. Sin embargo estaba escrito que las cosas iban a facilitarse. Hacía un tiempo que el compañero con quién más habíamos volado juntos, el “Jano” Frutos, me dijo: " Voy a vender el Saphir y comprar un ala 0 Km.”- Nada me dijo- Era mi oportunidad, conocía el Saphir y sabía que era el ala para mi y mi proyecto: es una alita alemana, liviana (25 Kg.) pequeña, maniobrable, acrobática, muy sensible al manejo. Le pedí la primera opción de compra y así fue. Hice dos vuelos de prueba y la compré. Mi sueño podría cumplirse porque el verano iba pronto a finalizar, pero aún estaba a tiempo. Un vuelo de dos horas y media en La Pirámide, muy bueno y no lo pensé más. Hablé con mi hijo Daniel, el mayor, para que me acompañara e iniciamos lo que para mi sería:
2.4. MI GRAN AVENTURA:
Llegamos a Portillo ubicado a 10 Km. de la frontera y a 3.000 metros de altura el 29 de Febrero. Daniel se fue a pescar a la Laguna del Inca y yo a inspeccionar el lugar, desconocido para mi. No sabía siquiera los riesgos que iba a correr; me impresionó el paisaje agresivo. Montañas escarpadas, rocas y piedras, con manchas de hielo.

Algunas nubecitas movidas por el viento ¿A qué velocidad irían? era ésa mi preocupación. Mi ala vuela tranquila a 30 Km. por hora, puedo controlarla hasta unos 50 Km./hora; pero allá arriba ¿Qué velocidad tendrían los vientos? Tenía que subir a averiguarlo.
Nadie había volado allí en verano. Tenía que hacer mi propia experiencia. Ubiqué un punto de despegue en una roca escarpada junto al plató del Hotel Portillo, con los cables del andarivel a mi derecha. No era un lugar muy apropiado, pero no había otro. El viento era mi gran incógnita, venía por rachas. de cero pasaba rápidamente a 35 Km/hora y turbulento, la veleta se enroscaba sobre sí misma, nunca lo había visto antes.
Por mi experiencia sabía que podía despegar; pero estaba consciente que al más mínimo error me podría ser fatal. Yo estaba acostumbrado en Santiago a vientos más parejos, lugares menos escarpados, con pastos y arbustos donde mis frecuentes errores anteriores, por supuesto, no habían sido fatales. Luego encontré un lugar para aterrizar tampoco era acogedor, ubicado frente al Complejo Aduanero Los Libertadores, era bastante parejo, con algunos hoyos, estrecho, por supuesto rodeado de peñascos y montañas donde el viento iba para cualquier lado. Tampoco había opción: era el único.
2.5. UN SHOW A 4.000 METROS:
Al día siguiente subimos el ala y el equipo de vuelo y esperamos a que el viento se calmara. A las 4 despegué. Era montar un potro, al principio tenía los pelos de punta, pero no perdí el control del ala en ningún momento y poco a poco me fui tranquilizando y lamenté no sacar fotos. Había mucha térmica y volé toda la olla comprendida entre los cerros Espinazo del Diablo, la Cara del Indio y la Laguna del Inca. Me elevé 900 metros sobre el despegue y no quise ir más arriba por temor a no poder regresar al aterrizaje señalizado. Volé una hora y media, la última media tratando de aterrizar. Había un problema: la térmica estaba encima del aterrizaje y al acercarme subía; entonces me alejaba hasta la laguna donde bajaba y el ciclo se repetía. Los giros cerrados en 360º tampoco servían porque igual subía. al fin el viento me levantó un ala, tuve que hacer un picado para alejarme del cerro, bajé y aterricé sin problemas.
Con tantos giros había resultado un excelente show para el personal del Complejo y los turistas de paso. Dicho personal me dió valiosos datos sobre la duración, velocidad y dirección del viento.
Feb 1988. Primer vuelo en Portillo y abajo, el despegue en el plató..

26. POR MAS ASUSTADO QUE ESTUVIERA:
El 2 de Marzo muy optimista, partí con el auto hacia arriba, a reconocer el terreno, ubicando un lugar para un aterrizaje de emergencia antes de cruzar el túnel internacional y ocho posibles aterrizajes del otro lado, desde Las Cuevas hasta Los Penitentes. Hice croquis y puse banderolas para indicar la dirección del viento. A medida que descendía
por el valle mi optimismo se transformó en alarma y luego en espanto: el viento se hacía progresivamente más fuerte y más turbulento. Las personas con quienes indagué, tenían conocimiento que nadie había volado por allí y sólo conocían de una expedición extranjera, a la que habían subido al Aconcagua en helicóptero. Y al llegar al Cementerio de los Andinistas en Puente del Inca, estaba tan asustado y resuelto a seguir adelante de todas maneras que les hice una promesa de traerles flores si me ayudaban a cruzar la cordillera.
En la s fotos que siguen estoy con el ala tomando altura, la que fue la última foto antes que me pescara el rotor y otra con Osvaldo subiendo al despegue.


De vuelta avisé en la Gendarmería Argentina, que estaría volando del otro lado y "Si por Casualidad" el viento me traía para este lado, y me vieran caer en el cerro, que estuvieran atentos, por si necesitaba un rescate o sea que fueran a buscar los restos. (Ni loco les digo que tenía la intención de cruzar). Esa noche no dormí, pensaba que un error en el despegue, una mala salida significarían tal vez la muerte, y si durante el vuelo allá arriba una ráfaga de más de 50 Km/hora o una turbulencia invirtiera mi ala.¿De qué me serviría mi paracaídas entre montañas tan escarpadas?; y si indicar la dirección del viento. A medida que descendía por el valle mi optimismo se transformó en alarma y luego en espanto: el viento se hacía progresivamente más fuerte y más turbulento. Las personas con quienes indagué, tenían conocimiento que nadie había volado por allí y sólo conocían de una expedición extranjera, a la que habían subido al Aconcagua en helicóptero. Y al llegar al Cementerio de los Andinistas en Puente del Inca, estaba tan asustado y resuelto a seguir adelante de todas maneras que les hice una promesa de traerles flores si me ayudaban a cruzar la cordillera.
De vuelta avisé en la Gendarmería Argentina, que estaría volando del otro lado y "Si por Casualidad" el viento me traía para este lado, y me vieran caer en el cerro, que estuvieran atentos, por si necesitaba un rescate o sea que fueran a buscar los restos. (Ni loco les digo que tenía la intención de cruzar). Esa noche no dormí, pensaba que un error en el despegue, una mala salida significarían tal vez la muerte, y si durante el vuelo allá arriba una ráfaga de más de 50 Km/hora o una turbulencia invirtiera mi ala.¿De qué me serviría mi paracaídas entre montañas tan escarpadas?; y si aterrizaba arriba, lo más probable herido y si necesitaba un rescate, ¿cuantos días tardaría en llegar? ¿lograrían localizarme? y mientras tanto ¿resistiría yo esas noches de frío?.
Todas estas cosas las sabía y , no obstante, no iba a retroceder por más asustado que estuviera, siempre que las condiciones de la partida fueran razonablemente benignas que hicieran posible el vuelo. Me acordé de los Difuntos Andinistas, de mi promesa y sentí realmente que no estaba sólo en esto. Así entre ensueños crucé mil veces la cordillera y al llegar la luz del día, lo que pensé que sería el gran día, el día gran anhelado el 3 de Marzo, yo estaba físicamente muy deteriorado, con malestares en todo el cuerpo después de tanto esfuerzo físico y mental
27. EL AMARGO SABOR DEL FRACASO:
En la mañana hice los trámites de aduana para cruzar el furgón, pues como no llevaba radio, era muy importante que Daniel siguiera mi vuelo desde abajo, por si necesitaba un rescate. Conversé largamente con el Sr. Guerra de Policía Internacional, andinista experimentado en ésa área (Tampoco le dije nada de mis intenciones, no sea que me lo prohibiera) y nos preparamos a iniciar el ascenso. éste nos tomó hora y media por la c ancha de esquí y lo encontramos muy agotador. En mi arnés llevaba como equipo de supervivencia: 1 litro de agua, 1/2 litro de pisco, chocolate y píldoras de glucosa. Para primeros auxilios llevaba: alcohol, venda común y elástica, calmantes y coramina. Para el frío: un pullover y gorrito de lana, un par de guantes (no los usé en vuelo porque "no es lo mismo", un metro cuadrado de dacrón rojo. Eventualmente el paracaídas serviría para envolverme y el ala de carpa. Para hacer señales llevaba: una linterna con pilas de larga duración, fósforos, un espejito, un tarrito para señales de humo (con parafina, aceite y guaipe). 40 metros de cordel de 5 mm, lápiz, papel y brújula.
Armamos el ala y esperamos dos horas a que el viento amainara y despegué a las 15:40 hs.. El viento estaba fuerte, pero nada térmico, el tiempo estaba cambiando, me levantó a sólo 150 metros sobre el despegue. Traté durante 40 minutos de tomar más altura sin conseguirlo. Volé asustado, apenas pude controlar el ala y en el aterrizaje tuve que trabajar con energía contra las turbulencias para, finalmente, cuando mis pies tenían que afirmarse en el suelo y hechar "todo adelante", dieron en falso sobre una zanja.
Esta vez nadie vino a verme, sólo mi hijo que llegó corriendo y me dijo: "Párate che, que hasta aquí llegué yo. Vos sabes que a mí me gusta andar por los cerros, pero esto es demasiado: yo, paso". Lo comprendí: a él la altura lo asustaba, tenía que ayudarme a despegar... por el lado del precipicio y cuando le gritaba el "listo", se corría para un lado y yo salía. Pero me había visto desaparecer detrás del cerro, muy bajo, creyó que me
había caído. Cuando iba carrera abajo y logró verme de nuevo, yo estaba muy cerca de
las rocas y pensó que me estrellaría y finalmente en el aterrizaje, yo venía muy alto y pensó que terminaría colgado de los cables eléctricos del ferrocarril. Una cosa era para mí, que sabía "que todo está bajo control" y otra para mi desesperado hijo que temía a cada instante quedarse huérfano. Yo también consideré que ya había tenido bastante. En esos cuatro días la puna, la emoción, el nerviosismo, y porqué no decirlo EL MIEDO me habían afectado y no iba a insistir después de este pésimo vuelo.
28 .¿HABRIA OTRA OPORTUNIDAD?:
Nos volvimos silenciosamente a Santiago. Yo rumiaba mi fracaso, estaba "picado".. Había tenido en el primer vuelo la oportunidad, tal vez la única y la había perdido por no haber sido más temerario y haberle puesto el pecho al destino. Después de tantas ilusiones, tantos preparativos, tantas noches en vela y en el momento de los "Quiubo" no fuí capaz de vencer el miedo a lo desconocido... Iba contra mis principios. Antes de llegar a Santiago me había prometido que me superaría y si había otra oportunidad me lanzaría con todo...
Esta oportunidad se presentó a la semana siguiente. En el interín hubo días nublados y fríos, luego el sol comenzó a calentar la tierra y a mí la cabeza. Por esos días en un asado de despedida para "el gringo" Eric que viajaría a Estados Unidos, este me dijo: ¿Así que anduviste por Portillo?- Sí le contesté ¿como te enteraste? "Fui a buscar unas ropas- (Eric trabaja allá en Invierno y hacer vuelos biplaza a los turistas) - y agregó un consejo: - "Para lo que tú piensas hacer te aconsejo el mes de Octubre en que los vientos son menos fuertes, y si caes lo haces en blando, sobre la nieve". Era su punto de vista como esquiador. A mí, con mi inexperiencia sobre la nieve, la idea de morir congelado me espantaba más que la de morir estrellado. Además quería ser el primero y el avispero ya se había revuelto. Tenía que ser ahora.
Le dije a Daniel: "Si me cuidas el negocio voy a hacer un nuevo intento". No pensaba en otra cosa. Contraté a Osvaldo, un sherpa que está acostumbrado a subir alas cuando vamos a La Pirámide y me acompañó mi mujer que también estaba acostumbrada a los despegues. Así llegó,
29 .EL GRAN DÍA:
El 13 de Marzo de 1988. Partimos temprano y nos fuimos directamente al despegue, y me lancé a las 15:50 hs.. en medio de una escasa actividad térmica, luego de 40 minutos había alcanzado una altura de 5.300 metros e inicié lo que pensé sería un lento descenso hacia la frontera, cruzando el valle que tenía abajo. No fué así, porque me tomó una fuerte descendente con mucha turbulencia y sacudidas. Me asusté, me olvidé de las fotos que estaba sacando y me dirigí a la derecha a un aterrizaje de emergencia enfrente del cual había una montaña escarpada. Tomé altura sobre ella y luego me volví a la izquierda sobre la ladera que lleva al Cristo Redentor. Gracias a Dios, subí todo el trayecto haciendo ochos hasta la cresta que marca el límite chile-argentina y la remonté. Luego, durante unos 15 minutos intenté elevarme sobre la misma a fin de que el rotor no me tomara al pasar al otro lado. Alcancé apenas 200 metros y crucé. Tenía 1.600 metros sobre el fondo del valle y en condiciones normales hubiera avanzado unos 20 Km.; pero nuevamente el rotor me tiró y esta vez bajé como un cohete. Había un lugar despejado en el Río Las Cuevas y planeé en dirección a Chile, pensando que iba contra el viento, pero éste estaba contramano a mis espaldas. Cuando lo advertí estaba ya en el cajón del río, no podía virar y la franja de terreno enfrente mío era plana, angosta y despejada. Esperé el porrazo a 45 Km/hora y no tardó en llegar. El arnés "Coocún" me protegió el pecho y las rodillas, sólo tenía golpeado un brazo y pelados los dedos de la mano derecha.
Me descolgué del ala como pude, tirado debajo de ella, la cual tenía el trapecio roto, el viento me la tironeaba. Al fin ya libre, la levanté por una punta, el viento la infló y la "fuimos" llevando hasta una hondonada . Allí, mi ala durmió esa noche, porque yo recogí mi casco, los instrumentos que estaban desparramados por el suelo, los puse dentro del arnés-mochila, le hice señas a la gente que me miraba desde el otro lado del río, de que estaba bien y caminé río abajo buscando un lugar donde vadearlo, encontrando a 3 o 4 Km. un puente de tablas ubicado frente a la Gendarmería Argentina. Les conté mi aventura y les dije que al otro día volvería a rescatar el ala.
Mi sueño se había cumplido, qué me importaban el porrazo y los riesgos, era inmensamente feliz.
Por gentileza de un camionero me volví a Los Libertadores donde me esperaba, bastante intranquila mi esposa y el personal del Complejo. Me felicitaron, me vendaron la mano y también, después del correspondiente "tirón de orejas" de Policía Internacional, por haber pasado clandestino y a demás cometido una "flagrante violación de espacio aéreo", por orden de su coordinador Mayor de Carabineros Ruperto Rodolfo Soto Reyes, se dejó constancia del hecho en el Libro de Guardia.
El vuelo había durado una hora y 25 minutos. No me afectó la altura, no llevé equipo de oxígeno, ni sentí malestar alguno. En los dos primeros días la puna me produjo molestias y leves dolores de cabeza y estómago, luego desaparecieron.. Las subidas del equipo y ala por la cancha de esquí, ubicada sobre los 3.000 metros me ocasionó una muy notoria aceleración del pulso cardíaco, la respiración muy agitada, jadeo y parecía que las venas de las sienes iban a reventar. Tardábamos más de hora y media. Para no abandonar, hacíamos marcas, contábamos los pasos etc y nos consumimos dos litros de agua en la subida.
En cuanto al frio no fue mucho, pero me heló las manos en el primer vuelo. Para el segundo tomé guantes, pero como necesitaba sentir el ala, le recorté la parte interior de los dedos y la palma, con lo que conseguí proteger del frío la parte exterior de las manos. En el último vuelo volé a manos peladas y ni me di cuenta del frío. Fue así: uno de mis compañeros me había facilitado sus guantes de vuelo. Dejé los otros abajo porque traía estos, me los puse, no sentía el ala igual, no me atreví a usarlos , me dije: "este no es lugar para probar guantes" y me los eché al bolsillo de la parka.
30. LA PROMESA:
Al día siguiente, después de obtener las constancias de los testigos presenciales del vuelo, rescatamos el ala. Esta vez conversamos largamente con los Gendarmes Argentinos. Les conté - entre mate y mate - los pormenores de mi travesía, compartiendo con ellos la tremenda alegría de haberlo logrado.
Luego nos fuimos a Puente del Inca, a pagar la promesa. Al efecto habíamos llenado un bolso con hermosas flores moradas que encontramos de paso en el lecho del río Las Cuevas. En el Cementerio de Los Andinistas - para variar - había un viento que cortaba la cara, entonces fuimos colocando una o dos flores sobre cada tumba que apretábamos con una piedra para que el viento no se la llevara. Me sobrecogí al ver que ya estaba ocupada una fosa que días antes había visto recién cavada. Conté cuatro fallecidos en ese año en la montaña, me corrieron algunos lagrimones, estaba muy emocionado.
A veces me han preguntado que sentí cuando crucé la cordillera y trataré de explicarlo: los aladeltistas estamos acostumbrado a este tipo de emociones porque cada vuelo es un nuevo desafío. No hay rutina, cada despegue, vuelo y aterrizaje es diferente al anterior: siempre está presente el deseo de aprender y para eso hay que ir más allá, hay que arriesgar un poquito más; haciéndose el vuelo mejor, se logra una superación.
Además el espíritu competitivo nos da una fuerza increíble cuando tratamos alcanzar nuevas metas, marcas y llegar donde nadie lo hizo antes.
Cuando estamos juntos, en reuniones o después de cada aterrizaje, comentamos nuestros vuelos, nuestros errores y aprendemos. Nada mejor que la opinión de un piloto avanzado. La satisfacción que nos da un logro es única, íntima e impagable.
En mi Club, el Juan Salvador Gaviota hice un relato del vuelo, y mis amigos y compañeros me obsequiaron un trofeo: un cóndor de bronce y Jaime Didier un sobrenombre "condor-man". La ACHVL me brindó un aplauso, sentí una emoción tan profunda que me dejó sin habla. Hubiera querido decirle a su presidente Claudio Lombardo y a los amigos presentes que su aprobación eran para mí el mejor premio... no podría ser más feliz.
Sé que tal vez nunca más volveré a hacer algo parecido, pero dejar de volar ¿JAMÁS!
31 .¿NO VOLVERÉ? Las últimas líneas las escribí en Abril y cuatro meses después estaba en cambio seguro que sí volvería, no pensaba en otra cosa y así sucedió en los años siguientes. Es impresionante y muy bella. Es como si estuviera enamorado de una mujer fatal a la que no puedo dejar. Desde l994 que no vuelo en Portillo, pero siempre la extraño. En sueños he vuelto allá muchas veces y me he visto volando muy tranquilo como en mi casa: jugando con fuerzas muy poderosas, yendo y viniendo con mi ala entre nevadas cumbres, seguro ya de no ser un profano en lugar sagrado. Será tal vez un reflejo de mi anterior experiencia: mirando desde abajo esas montañas tan escarpadas me sentía muy pequeño, pero tomando altura fue al revés, las montañas se achicaron y yo me sentí grande. Pero sueños son sueños , la realidad es muy distinta, estoy conciente que ese lugar está lleno de peligros y allí no podré estar volando tranquilo como en mi casa. ¿O sí? quien sabe.... tal vez la próxima temporada... si consigo quién me acompañe, tal vez pueda volver a volar allí.
Foto:Basilio en el despegue Portillo

Foto:Lugar Portillo, Basilio tomando altura para el cruce.

32. VOLAR ES FASCINANTE ¡ATRÉVETE!
Con este sugerente título edité en octubre de 1988 un pequeño libro donde narré mis experiencias a la fecha. Lo hice a puro pulmón, porque el mercado para un libro de alas delta es muy limitado. No obstante, de los 1.000 libros de esa Edición, vendí una buena cantidad en Chile y en Argentina y el resto los regalé entre familiares y amigos al extremo que tengo un sólo ejemplar en mi poder y el cual lo he incorporado a este trabajo, cronológicamente.
4. ACCIDENTE FATAL DE ALEX ESTAY CIFUENTES
Por causas que se presumen como "falla humana", murió trágicamente el aladeltista Alex René Estay Cifuentes, de 19 años de edad, al precipitarse a tierra violentamente luego de un picado irrecuperable, desde 80 metros de altura en el Cerro La Pirámide, en Santiago, el 16 de Octubre de 1988.
El joven deportista que pertenecía al Club Alas Delta "Fénix", fué iniciado en este deporte a los 11 años, por su padre Alex Milton Estay Tur, experimentado aladeltista , además piloto civil, uno de los fundadores del club..
En declaraciones a la prensa, el padre junto con señalar que "el apuro, la ansiedad por volar y despegar sin esperar las condiciones climáticas adecuadas, causaron la fatal caída de mi hijo". El atribulado padre recomendó a los demás deportistas que sean cuidadosos en esta disciplina que tiene mucho riesgo, pero aún así, menos muertos que automovilistas y aviadores".
El presidente del club Tomás Palominos, manifestó por su parte que " es el primer accidente fatal desde su fundación en l977".
A raíz de este accidente y sus consecuencias: el desbande en el Club, escribí un artículo que transcribo:
RELEXIONES…
5. F ¿LA FUNCION DEBE SEGUIR?
En la asoleada tarde del 16 de Octubre de 1988, estaba armando afanosamente mi ala delta en la cumbre del Cerro La Pirámide. El día me hacía augurar un buen vuelo y estaba lejos de imaginar la tragedia que habríamos de vivir y que dejaría marcadas para siempre nuestras vidas. Ese día habían despegado 17 alas y era impresionante y desusado ver tantas de éstas juntas y distribuidas en El Barrero, El Carbón y el Manquehue.
Yo, antes me había dirigido a Batuco y no alcancé a llegar, porque Claudio Lombardo, que venía ya de vuelta me informó que allá el viento soplaba desde el Norte y entonces nos dirigimos a La Pirámide en busca de condiciones más favorables.
En ese lugar estaba yo armando mi ala, cuando una exclamación de horror estalló en la cumbre del cerro. Levanté mi cabeza y me dijeron que un ala había caído a la calle que une La Pirámide con El Salto, la cual pasa por la ladera del cerro unos 80 metros más abajo. Me descolgué rápidamente y llegué de los primeros. Uno de mis compañeros aplicaba masaje cardíaco. Por mi parte me incliné sobre el accidentado para propinarle respiración artificial. Alex Estay no daba señales de vida y así estuvimos, empeñados inútilmente hasta que llegó la ambulancia y los paramédicos comprobaron que ya no había más que hacer porque había fallecido.
Desesperado e impotente, me recriminé mentalmente por no tener más conocimiento de primeros auxilios, pensando que si al llegar junto a él aún estaba con vida, podría haberlo mantenido así hasta la llegada de la ambulancia. Me abrumaba el hecho de no haber podido más por ignorancia. Ahora él estaba muerto y yo estaba allí demás. Entonces trepé rápidamente el cerro y me acerqué a la zona de despegue, donde proseguí con el armado del ala. En el ínterin despegaron Felipe y Rolf. En eso llega Andrés Ojeda y al ver mis intenciones me increpó: "¿Vas a volar?, ¿Estás loco?, ¿No sabes que allá abajo está la TV?". No le contesté. Los dos sabíamos que eso no estaba bien, pero yo pretendía volar para superar el miedo, pues me temblaban las piernas. Quería matar el chuncho cuanto antes. Por supuesto no volé.
Otras veces he volado después de ocurrido un accidente grave. El año 1983, cuando Hernán Reyes se estrelló en Batuco: fui uno de los primeros que lo rescató. Lo subimos entre seis personas por la escarpada pendiente del cerro. Yo llevaba su cabeza que sangraba sobre mi brazo, mientras que con la mano izquierda aguantaba tomando. el arnés. En cierto momento uno de los del grupo dijo: "Ha muerto". Nos detuvimos jadeantes y nos miramos las caras espantados. Pero al constatar que aún respiraba débilmente proseguimos transportándolo cerro arriba tan rápido como podíamos. Dos compañeros lo llevaron al Hospital, mientras me quedé juntando los restos de su ala, luego armé el ala de Patricio Mondaca (que nunca más volvió a volar) y las coloqué sobre mi furgón. Luego de esto ¿Se imaginan lo que hice? Pues correr adonde estaba mi ala armada y volé.
En otra oportunidad, dos años atrás, estábamos en un Fly-Inn en Cachagua cuando Leonardo Briceño se precipitó al mar. Después de ayudar a rescatarlo del agua, comprobar que se había repuesto y descansar del agotamiento, trepé la cuesta con mi ala armada para volver a lanzarme. ¿Porqué tanta urgencia por volver a volar?
Cada vez que un accidente grave le ocurre a alguno de los nuestros, nuestro coraje tambalea, con más razón aún si el accidente es fatal. Dentro de nosotros se produce un quiebre, un momento de frío cálculo. Queda más claro ante nuestros ojos la realidad de nuestro deporte: es una práctica de alto riesgo y el descuido, la distracción, un error de apreciación o una maniobra mal ejecutada pueden tener consecuencias graves. Luego de un accidente se resiente la confianza en nuestras aptitudes, preparación, en definitiva lo que sabemos por experiencia propia y ajena. Se debilita la confianza en nuestra buena estrella a pesar del cumplimiento de las normas de seguridad. Desconfiamos del estado y de los materiales de nuestra ala, de lo que nos podría deparar el tiempo atmosférico como factor sorpresa, de las burbujas de aire caliente y las corrientes de aire que suben y bajan. Todos estos imponderables permanecen envueltos en una nube que de repente se disipa.
¿Que ocurre entonces, cuando presenciamos un accidente? Luego que ayudamos al accidentado en lo que pudimos y que este es transportado a un centro asistencial, nos quedamos allí en el cerro solos con nuestra ala armada o a medio-armar, estupefactos ante la cruda realidad. Es preciso dar el siguiente paso. En ese momento crucial, nuestras vidas tomarán diversos caminos: algunos tomarán el que los conduce a sus hogares para nunca más volver a volar; otros lo harán después de pasado un tiempo y finalmente quienes sentiremos la tremenda urgencia de "matar el chuncho" cuanto antes, ojalá inmediatamente. En ese vuelo descargaremos nuestra inseguridad y retomaremos la confianza en lo que sabemos hacer: VOLAR.
Tiene, entonces, sentido aplicar la conocida consigna del circo: "la función debe continuar".
6. CAMPEONATO INTERNACIONAL LA RIOJA'1988
El primer lugar por equipos y individuales lograron los aladeltistas nacionales que participaron en el campeonato internacional realizado en la Ciudad Argentina de La Rioja, entre los días 19 y 26 de Noviembre. Los chilenos se impusieron al equipo brasileño, argentino, paraguayo, norteamericano, suizo y alemán, compitiendo más de 60 pilotos divididos en dos categorías. La competencia fue en modalidad cross country.
Foto:1989. La Rioja. 1. Cristian Cid,2. Jaime Didier, 3.Patricio Sancha,4.Hector Contreras

El despegue se ubicó en el Cerro La Cruz, de 980 metros de altura, el que fue habilitado con tres canchas de despegue.
En la categoría "A", el líder y ganador a la postre fue Jaime Didier del Club JSG, con una ala HP, mientras que Cristián Cid del Club Fénix, con ala HP fue 6º y Augusto Olivares del JSG con ala HP Full Rice salió 12º, constituyéndose en el equipo ganador. Los otros deportistas que participaron en esa categoría fueron Carlos Barrientos (U de Chile) con ala Zephir, Gino Bortolazzo (U, de Chile) con ala Comet II; Héctor Contreras (U. de Chile) con Comet I; Alejandro Frutos (Aguilas Blancas) con Comet I y Sergio Rivillos (Indep.) con ala Sensor.
En categoría B: el ganador también fue un chileno: Patricio Sancha (U.de CH) con Molles Mars. Participaron además Hernán Cortés con Molles Mega y Gonzalo Armijo con Atlas (Ambos de la U. de CH:).
Cabe destacar la excelente labor del equipo chileno, gracias a lo cual el chileno Jaime Didier - campeón del último campeonato internacional de La Reina - pudo lograr el título para nuestro país, ya que en plena competencia rompió su ala. Para que Jaime continuara, Olivares cedió su ala y Alejandro Frutos cedió la suya a Olivares, a la vez que Sergio Rivillos ofreció sus instrumentos a los aladeltistas mejor ubicados.
Por otra parte la organización del torneo internacional estuvo espléndidamente bien organizado y con una atención excelente y además gratis (hotel, inscripción y rescate).
Durante la competencia no hubo accidentes, pero sí daño en varias alas por el fuerte viento.
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