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lunes, 17 de septiembre de 2012

EL PAIDAHUE Y LAS ALAS DELTA DE CHILE




















1.Rafael Souza                       15. Isabel duk                            
2 Félix Suzaeta                       16. Pedro Agliati            
3. Claudio Lombardo             17. Lorena Buracchio      
4. Tannenn  (jr.)                     18. Roberto Ulate                         
5. Claudia Aguirre y sus niños 19 Mauricio Cottin            
6. Eduardo León                     20. Oscar Perez               
7. Basilio Impellizzeri               21. Roberto Ebensperguer
8.                                           22. Claudio Ahumada
9. Carlos Claussen                  23. Alberto Meriz
10. Luis A. Valenzuela            24.
11. Arianne Claussen              25. Rodrigo Guzmán
12. Bernhard Danitz               26. Wilfredo Guzmán
13 Katrin Danitz                     27. Cristian Tannenn                  
14. Suria Duk                         28. Hector Rodriguez                   







1. Pedro Agliati (asomando)
2. Leonardo Briceño
3. Basilio Impellizzeri
4. Claudio Ahumada
5. Carlos Claussen (de espaldas)
6 Isabel Duk



EL CERRO PAIDAHUE 
   En la tibia mañana del 24 de junio del crudo invierno del 2012, íbamos animadamente hablando de alas delta en su auto, mi amigo Claudio Ahumada y yo. “Acá es”-dijo, y entramos en un amplio estacionamiento con un letrero en la puerta: Senderos Aguas del San Ramón, ubicado al pié de la pre-cordillera de Los Andes, en La Reina. Apenas frenó, ya corrí a estrechar fraternales brazos de otros camaradas, viejos compañeros de vuelos y de las emociones que brinda nuestro deporte.- Pronto llegaron otros y se fue conformando un bullicioso grupo de familias.
   Ya te conté quienes éramos y luego te explicaré a qué veníamos:
   El Paihahue es el cerrito donde nació el aladeltismo chileno. Allí fue la sede del Club Juan Salvador Gaviota y donde se formaron las primeras bandadas de hombres pájaro. Es un “viejo amigo”. Es a él a quien buscamos con la mirada, toda vez que se nos ponen a tiro las montañas que rodean Santiago. Por eso cuando nuestro camarada Carlos Claussen que está en esto del treeking nos sugirió la idea, pronto nos entusiasmamos y aquí estábamos.-
    Alineados nos anotamos, pagamos la entrada y arrancamos para recorrer un sendero que nos llevaría a la cumbre. Como la cosa era “con asado”, mi mochila llevaba su carne, verdura, una fruta y bastante agua que era lo más pesado. Así nos fuimos conversando los mayores, mientras fue notable como los niños demostraron mucha disposición a caminar “con las pilas puestas”.- Sólo las guaguas miraban el paisaje desde arriba de una mochila.-  
   Llegamos al primer descanso, unas fotos y continuamos la subida, ya más abrupta, donde sólo me preocupé de donde ponía los pies para no “irme de hocico”,  en fila india siguiendo a Charlie que “a paso de liebre” y con radio en mano, las oficiaba de guía.- Más arriba y más cansado pasé junto a un letrero caído que decía “prohibido pasar, recinto privado” y pensé que bien podría haber sido un colchón donde tirarme y así, con la lengua afuera, llegamos a la antigua Cancha 7, ubicada a unos 200 metros de altura desde el pie del cerro.- Desde allí veíamos toda la ciudad y especialmente cómo cambió todo aquello.- Donde estuvo nuestro aterrizaje, la pérgola, la sede, la cancha uno,  la 5; en cambio ahora hay casas con piscinas, canchas de tenis y cuidados jardines. Y también nos detuvimos a recordar nuestras aventuras, donde nos aporreamos, donde nos entrenábamos los futuros hombres-pájaro y también donde se mataron Fernando Verona y Sebastián Betch.
   Otro grupo, también de los nuestros, por no poder (o querer) hacerlo a pié,  habían arrendado caballos para la subida (con parrilla y carbón) nos antecedió y el resto continuamos. Así entre risas y gritos, llegamos a la cumbre.-
   Mientras algunos se afanaban en preparar fuego y parrilla, otros bulliciosos grupos, sentados en el sitio del antiguo despegue, o sobre el pasto, recordaban esto o aquello. También miramos hacia arriba, porque había mucho que contar de los tiempos en que llegar al Cerro Tres Puntas y al Cerro La Cruz, eran una hazaña y llegar al nevado San Ramón (3.250 mts.) era graduarse de piloto.
   Yo fui lamentablemente uno de los que no alcancé a llegar porque la urbanización del lugar nos impidió seguir volando en un lugar con tantas proyecciones; pero mostrando los dedos, les dije que soñando lo he logrado “todas estas veces”.- Así, alegremente nos pilló el atardecer y tuvimos que bajar.-   Una cálida despedida y la promesa de volver a repetirnos el plato fue el epílogo del inolvidable día.
   Muy satisfechos, Claudio y yo volvimos a su casa. Ya en la mía, mi airada esposa reclamó "¿Porqué tardaste tanto? " A mi no me pareció para nada que fuera “tanto”.-
Max Spiess con sus 3 hijos
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PD. Por supuesto que hubo un nuevo encuentro, el 26 de Agosto, mas numeroso y con otras atracciones que luego te contaré.- Un abrazo.



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